¿Qué más le falta a Ángel Di María para completar su leyenda? Su historia parece tenerlo todo: ¿Champions League? Tilde. ¿Copa del Mundo? Tilde. ¿Una carrera prolongada en los mejores clubes europeos? Tilde. ¿Goles en el clásico rosarino? También tildado. Sin embargo, el “Fideo” no deja de sorprender. Como si su magia no tuviera final, anoche volvió a encender el “Gigante de Arroyito” con una obra que ya forma parte de la galería dorada del fútbol argentino.
Rosario Central perdía 1-0 frente a Boca tras el gol de Rodrigo Battaglia, cuando Di María sacó el lápiz mágico y dibujó un gol olímpico perfecto desde el córner. Fue un zurdazo con la rosca justa que superó la resistencia de Leandro Brey. No valió un título, pero fue una jugada que trascenderá el resultado inmediato: un tanto de esos que, por su belleza, se repetirán una y otra vez en el futuro.
Central salió a buscar el partido desde el inicio. Ariel Holan planteó un equipo ofensivo que intentó generar sociedades entre Santiago López, Ignacio Malcorra, Di María y Alejo Véliz. Boca, sin embargo, mostró firmeza defensiva y dejó en claro por qué llegaba con tres victorias consecutivas -frente a Independiente Rivadavia, Banfield y Aldosivi-. La visita se presentó en Rosario con la intención de prolongar su racha y dar un paso más hacia la clasificación a la Copa Libertadores por la tabla anual.
La igualdad previa hacía del cruce un duelo directo: ambos sumaban 46 puntos y necesitaban acercarse a River, que con 49 se mantenía por encima en esa carrera.
La apertura del marcador llegó a través de una pelota parada bien ejecutada. Leandro Paredes, con astucia, jugó rápido un tiro libre para habilitar a Brian Aguirre. El extremo corrió por la derecha y envió un centro preciso al área. Allí apareció Rodrigo Battaglia, que le ganó en el salto a la defensa auriazul y conectó un cabezazo inatajable para Jorge Broun. Era el 1-0 que silenció por un momento al Gigante.
Pero Central reaccionó enseguida. Apenas minutos después, Di María tomó la responsabilidad en un córner desde la derecha. Lo que parecía un envío común se transformó en un golazo: la pelota viajó cerrada, superó a todos y se incrustó en el segundo palo. El estadio estalló, consciente de que acababa de presenciar un instante inolvidable.
El empate revitalizó al equipo de Holan. A los 26 minutos, Agustín Sandez envió un centro al corazón del área y Gaspar Duarte conectó de cabeza, pero el balón reventó el travesaño. En el rebote, López intentó definir, aunque Brey volvió a lucirse y mantuvo la paridad.
El segundo tiempo mantuvo la misma dinámica. Central fue el que más buscó, mientras Boca esperó paciente su oportunidad. El “Xeneize” dispuso de dos chances claras: Williams Alarcón desperdició un mano a mano frente a Broun y, poco después, Juan Barinaga desbordó, enganchó hacia adentro y probó al primer palo, pero otra vez respondió el arquero.
El suspenso se mantuvo hasta el final. Central empujó con el aliento de su gente, mientras Boca intentó sostenerse con la jerarquía de sus individualidades. Ninguno logró romper la paridad y el 1-1 terminó siendo un resultado justo, aunque con sabores distintos: el “Xeneize” se fue con la sensación de haber dejado escapar la oportunidad de dar un golpe en Rosario, y el “Canalla” se quedó con la tranquilidad de haber defendido su invicto en casa.
En medio de ese equilibrio, lo que quedará en la memoria será el gol de Di María. Porque no solo sirvió para empatar un partido, sino que volvió a recordarle al fútbol argentino que su zurda, incluso a esta altura de la carrera, todavía puede inventar momentos de eternidad.